Retrocedamos en el tiempo, hasta los días de la gestación de las primeras bandas de hard rock. Por un lado, la música blues se había electrificado hasta límites desconocidos, viejas historias rurales transmutadas en brutales muros sónicos, describiendo un círculo perfecto desde la inicial desnudez hasta el último rugido igualmente básico y primario. Por otro lado, la música psicodélica acababa de dejar un bonito cadáver al mismo tiempo que una cantidad ingente de música irrepetible, dejando para el background del rock venidero sus tempos, desarrollos o armonias. En ese caldo de cultivo germinaron entes como Black Sabbath o los primeros Atomic Rooster... y casi 4 décadas después la banda que nos ocupa: Dead Meadow. Bastante desconocidos en España, sin embargo son uno de los grupos más interesantes de nuestros días. De estética un tanto retro, la banda suena plenamente atemporal, poderosa, exhibiendo un lenguaje lo suficientemente distinto y sobre todo personal que les deja a salvo de caer en el papel de meros revisitadores. Simplemente, son gente mostrando que las guitarras electricas son divertidas, tanto como escaparse y/o desvanecerse de vez en cuando. En cierto sentido, la mente es un fantástico conglomerado de destinos turísticos!
Supongo que han recibido la influencia directa de Black Sabbath (al menos en ciertos "contornos"), pero me da que sobre todo han mamado de las mismas fuentes de las que bebieron Iommi & Co. Ambas bandas "retuercen" el blues de lo lindo, pero con intenciones diferentes, y en cuanto al componente psicodélico, mientras en la banda de Birmingham se muestra compactado aquí se despliega en todo su esplendor, variando de intensidad según el momento, el album o la canción, e incluso prevalece a los momentos más rockistas, con esas benditas canciones decantándose hacia terrenos de pura filigrana alucinógena, pasajes inductivos, densos y profundos. Sumamente adictivos en directo, sus shows son algo increible. Impecables en la función de hacer resplandecer su obra grabada encima del escenario, es un auténtico viaje para los sentidos poder contemplarles en acción, de pie en medio de una auténtica niebla púrpura mientras todo ese sonido se adueña de la sala y escarba en los recovecos de tu cerebro, directos a la felicidad psicodélica perseguida antaño por Jerry Garcia.
El debut de la banda se produjo hace 11 años de la mano de su album homónimo, "Dead Meadow" donde ya se aprecian los mimbres de los que tirarán los colegas en el futuro. Un disco recomendable, que además tiene a bien mostrar los primeros trazos de genialidad en forma de obras maestras como "Greensky Greenlake" o "At the edge of the wood". Comandados por Jason Simon y Steve Kille (guitarra/voz y bajo respectivamente) las baquetas a cargo de Mark Laughlin cambiaron de dueño tras su segundo trabajo, "Howls from the hill" y la edición de un live titulado "Got live if you want it". "Howls.." es un trabajo más maduro y equilibrado, probablemente el más heavy, disfrutable perfectamente por el público stoner más abierto de mente. El tercer disparo, "Shivering king and others" es la primera obra de arte total a cargo de los chicos de Washington, con el nuevo bateria Stephen McCarty sintonizado de manera increible con Simon y Kille. La banda se muestra más efectiva si cabe, ejecutando con maestria lo ya conocido y lo que faltaba por explorar más a fondo (esa "Golden cloud/Me and the devil blues"...mhmmmm), lo que deja el camino libre hacia el disco que nos ocupa, "Feathers", grande como la copa de un pino. Segunda obra maestra.
Para la ocasión contaron con un segundo guitarrista, Cory Shane, que para mi gusto lo hizo estupendamente, un trabajo discreto y efectivo, realzando el virtuosismo de Simon, un tipo a estas alturas completamente desatado e inspirado, en medio de un balance perfecto entre classic rock, terrenos psicodélicos y la actualidad del año en el que se grabó, 2005. Se inicia con un riff demoledor, "Let´s jump in", un tema denso y matador como el desierto que da paso a la etérea "Such hawks such hounds", tema en completo contraste complementario. "Get up on down" es la siguiente canción, más despegada y experimental, con unas guitarras brillantes hasta decir basta que desemboca en la terrible belleza de "Heaven", una suerte de blues lánguido y desesperado, con los Floyd emitiendo pequeños destellos de fondo. Todo en su sitio para que llegue la cima del disco, la tremendísima "At her open door", rememoranza vibrante del mejor rock psicodélico del pasado, desde los más recientes Rain Parade hasta los más pretéritos Jefferson Airplane. Una canción inmaculada, que vale por si misma la carrera entera de una banda de rock. El pulso y la creatividad no descienden un ápice con el siguiente tema, "Eyeless Gaze All Eye/Don't Tell the Riverman", con unos deliciosos pasajes ahora más claramente floydianos en el último tramo. Oro puro. Casi se me van acabando los adjetivos y todavía tenemos por delante una perla de pop exquisito como "Stacy´s song", el retorno a la densidad de "Let it all pass" y los desbocados 13 minutos finales de una canción sin título, más concretamente "Untitled". Verdaderamente un disco que nadie deberia dejar de escuchar, incluso os recomendaria que paréis por un momento de descargar más música y le dediquéis 5 o 6 escuchas atentas. Y lo mismo os digo para el resto de sus discos, como su siguiente y tercera obra maestra, "Old Growth". Lo último que han editado, "Three kings" es una suerte de imagenes musicadas, a las que no recomiendo acercarse antes de catar a fondo el catálogo anterior. Ahora han recuperado a su primer bateria y hace tiempo que giran sin el otro guitarrista, no se os ocurra dejarlos pasar si se os ponen a tiro en algún próximo concierto.
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